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lunes, 29 de noviembre de 2010

RAPUNSEL

Había una vez... una pareja feliz que desde hacía mucho tiempo deseaban tener un hijo o una hija. Un día, la mujer sintió que su deseo ¡por fin! se iba a realizar.
Su casa tenía una pequeña ventana en la parte de atrás, desde donde se podía ver un jardín magnífico lleno de flores hermosas y de toda clase de plantas, árboles frutales y verduras maravillosas. Estaba rodeado por una muralla alta y nadie se atrevía a entrar porque allí vivía una bruja.

Un día, mirando hacia el jardín, la mujer se fijó en un árbol cargadito de espléndidas manzanas que se veían tan frescas y tan deliciosas que ansiaba comerlas. Su deseo crecía día a día y, como pensaba que nunca podría comerlas, comenzó a debilitarse, a perder peso y se puso pálida y frágil. Comenzaba a enfermarse.
Su esposo se preocupó y le preguntó:

—¿Qué te pasa, querida esposa?

—Ay —dijo—, ¡si no puedo comer unas manzanas del huerto que está detrás de nuestra casa, moriré!

Su esposo, que la amaba mucho, le respondió:

—No permitiré que fallezc
as, querida.

Cuando oscureció, el hombre trepó la pared, entró en el jardín de la bruja y rápidamente cogió algunas de aquellas manzanas tan rojas, las fue metiendo en un pequeño saco que llevaba y corrió a entregárselas a su esposa. Ella, de inmediato, comenzó a comerlas con deleite saboreando hasta el último pedacito. Eran tan deliciosas que al día siguiente creció su deseo por comer más.

Para mantenerla contenta, su esposo sabía que tenía que ser valiente e ir al huerto otra vez. Esperó toda la tarde hasta que oscureció, pero cuando saltó la pared, se encontró cara a cara con la bruja.

—¿Cómo te atreves a entrar en mi huerto a robarte mis manzanas? —dijo ella furiosa.

—¡Ay! —contestó él—, tuve que hacerlo, tuve que venir aquí porque me sentí obligado por el peligro que amenaza a mi esposa. Ella vio tus manzanas desde la ventana y fue tan grande su deseo de comerlas que pensó que moriría si no saboreaba algunas.

Entonces la bruja dijo:

—Si es verdad lo que me has dicho, permitiré que tomes cuantas manzanas quieras, pero a cambio me tienes que dar el hijo que tu esposa va a tener. Tendrá un buen hogar y yo seré su madre.

El hombre estaba tan aterrorizado que aceptó. Cuando su esposa dio a luz una pequeña niña, la bruja vino a su casa y se la llevó. La llamó Rapunzel.

Rapunzel llegó a ser la niña más hermosa de todo el planeta. Cuando cumplió doce años, la bruja la encerró en una torre en medio de un tupido bosque. La torre no tenía escaleras ni puertas, sólo una pequeña ventana en lo alto. Cada vez que la bruja quería subir a lo alto de la torre, se paraba bajo la ventana y gritaba:

—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

Rapunzel tenía un maravilloso y abundante cabello largo, dorado como el sol. Parecía de oro. Siempre que escuchaba el llamado de la bruja se soltaba el cabello, lo ataba alrededor de uno de los ganchos de la ventana y lo dejaba caer al piso. Entonces la bruja trepaba por la trenza de oro.

Un día un príncipe, que cabalgaba por el bosque, pasó por la torre y escuchó una canción tan gloriosa que se acercó para escuchar.

Quien cantaba era Rapunzel. Atraído por tan melodiosa voz, el príncipe buscó una puerta o una ventana para entrar a la torre pero todo fue en vano. Sin embargo, la canción le había llegado tan profundo al corazón, que lo hizo regresar al bosque todos los días para escucharla.

Uno de esos días, vio a la bruja acercarse a los pies de la torre. El príncipe se escondió detrás de un árbol para observar y la escuchó decir:

—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

Rapunzel dejó caer su larga trenza y la bruja trepó hasta la ventana.

—¡Oh, es así como se entra a la torre! —se dijo el príncipe—. Tendré que probar mi suerte.

Al día siguiente al oscurecer, fue a la torre y llamó:

—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

El cabello de Rapunzel cayó de inmediato y el príncipe subió. Al principio Rapunzel estaba muy asustada al ver a un hombre extraño, pero el príncipe le dijo gentilmente que la había escuchado cantar y que su dulce melodía le había robado el corazón.

Entonces Rapunzel olvidó su temor. El príncipe le preguntó si le gustaría ser su esposa a lo cual accedió de inmediato y sin pensarlo mucho porque —además de que lo vio joven y bello— estaba deseosa de salir del dominio de esa mala bruja que la tenía presa en aquel tenebroso castillo. El príncipe la venía a visitar todas las noches y la bruja, que venía sólo durante el día, no sabía nada.

Un día, en su ascenso, la bruja le dio un gran tirón en la trenza a Rapunzel y ella reaccionó cometiendo una terrible equivocación; le preguntó:

—Dime, ¿por qué eres tan pesada que me tiras del cabello, mientras que el príncipe sube hacia mí, rápido y sin hacerme daño?

—Niña perversa —gritó la bruja—, ¿qué es lo que escucho? ¡Así es que me has estado engañando!

En su furia, la bruja tomó el hermoso cabello de Rapunzel, lo enrolló un par de veces alrededor de su mano y, rápidamente, se lo cortó. Todo el cabello de oro y las maravillosas trenzas cayeron al piso. Después la bruja llevó a Rapunzel a un lugar remoto y la abandonó para que viviera en soledad.

Esa tarde, cuando oscurecía, la bruja se escondió en la torre. Pronto llegó el hijo del rey y llamó:

—¡Rapunzel, Rapunzel, lanza tu trenza de oro!

Cuando la bruja escuchó el llamado del príncipe, amarró el cabello de la pobre Rap
unzel a un gancho de la ventana y lo dejó caer al suelo. El príncipe trepó hasta la ventana y cuál no sería su sorpresa cuando se encontró con la malvada bruja en lugar de su dulce Rapunzel.

Ella lo miró con ojos perversos y diabólicos y le dijo:

—Has perdido a Rapunzel para siempre. ¡Nunca más la verás otra vez.!

El príncipe estaba desolado. Para colmo de su desgracia, se cayó desde la ventana sobre un matorral de zarza. No murió, pero las espinas del matorral lo dejaron ciego.

Incapaz de vivir sin Rapunzel, el príncipe se internó en el bosque. Vivió muchos años comiendo frutas y raíces, hasta que un día, por casualidad, llegó al solitario lugar donde Rapunzel vivía en la miseria.

De repente, escuchó una melodiosa voz que le era conocida y se dirigió hacia ella. Cuando estaba cerca, Rapunzel lo reconoció. Al verlo se volvió loca de alegría, pero se puso triste cuando se dio cuenta de su ceguera. Lo abrazó tiernamente y lloró.

Sus lágrimas cayeron sobre los ojos del príncipe ciego. De inmediato, los ojos de él se llenaron de luz y pudo ver como antes. Entonces, feliz de estar reunido con su amor, se llevó a Rapunzel a su reino, en donde se casaron y vivieron felices para siempre.

FIN

lunes, 15 de noviembre de 2010

Juegos de Calculadora

Ocho y ocho y ocho y ocho me dan ciento veinte.
Parece imposible ¿verdad? Coloca los tres signos matemáticos que correspondan entre estos números gemelos y verás cumplirse la igualdad: 8 8 8 8 = 120





Siete seis que hacen un, dos, tres.
Con tan solo siete 6 y tres operaciones se puede lograr verificar la siguiente igualdad: 6 6 6 6 6 6 6 = 123



Nueve cifras que hacen cien.
Con las operaciones que tu mismo elijas, has de llegar al número 100 empleando las nueve cifras sin omitir ni repetir ninguna: 1 2 3 4 5 6 7 8 9

91, número mágico.
Si multiplicas el número 91 por 1, por 2, por 3, y así sucesivamente hasta el 9, y colocas las respuestas en columna, obtienes unos resultados muy curiosos ¿no te parece?

Rie un poco.

- Hace un mes planté zanahorias y ¿qué crees qué salieron?
- Zanahorias.
- No, salieron los conejos y se las comieron.

Desde Irlanda escribe un muchacho a su padre:
- Estoy hecho un lío, no aprendo nada de inglés y estoy olvidando el español.
Le contesta el padre:
- Vuelve inmediatamente antes de que te quedes mudo.
EL NUEVO TRAJE DEL EMPERADOR
Hace muchos años vivía un Emperador que gastaba todas sus rentas en lucir siempre trajes nuevos. Tenía un traje para cada hora de día. La ciudad en que vivía el Emperador era muy movida y alegre. Todos los días llegaban tejedores de todas las partes del mundo para tejer los trajes más maravillosos para el Emperador. Un día se presentaron dos bandidos que se hacían pasar por tejedores, asegurando tejer las telas más hermosas, con colores y dibujos originales. El Emperador quedó fascinado e inmediatamente entregó a los dos bandidos un buen adelanto en metálico para que se pusieran manos a la obra cuanto antes.

Los ladrones montaron un telar y simularon que trabajaban. Y mientras tanto, se suministraban de las sedas más finas y del oro de mejor calidad. Pero el Emperador, ansioso por ver las telas, envió el viejo y digno ministro a la sala ocupada por los dos supuestos tejedores. Al entrar en el cuarto, el ministro se llevó un buen susto "¡Dios nos ampare! ¡Pero si no veo nada!". Pero no soltó palabra. Los dos bandidos le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba magníficos los colores y los dibujos. Le señalaban el telar vacío y el pobre hombre seguía con los ojos desencajados, sin ver nada. Pero los bandidos insistían: "¿No dices nada del tejido?"

El hombre, asustado, acabó por decir que le parecía todo muy bonito, maravilloso y que diría al Emperador que le había gustado todo. Y así lo hizo. Los estafadores pidieron más dinero, más oro, y así lo hicieron.

Poco después el Emperador envió otro ministro para inspeccionar el trabajo de los dos bandidos. Y le ocurrió lo mismo que al primero. Pero salió igual de convencido de que había algo, de que el trabajo era formidable. El Emperador quiso ver la maravilla con sus propios ojos. Seguido por su comitiva, se encaminó a la casa de los estafadores. Al entrar no vio nada. Los bandidos le preguntaron sobre el admirable trabajo y el Emperador pensó: "¡Como! Yo no veo nada. Eso es terrible. ¿Seré tonto o acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso". Con miedo de perder su cargo, el emperador dijo: - Oh, sí, es muy bonita. Me gusta mucho. La apruebo.

Todos de su séquito le miraban y remiraban. Y no entendían al Emperador que no se cansaba de lanzar elogios a los trajes y a las telas. Y se propuso a estrenar los vestidos en la próxima procesión. El Emperador condecoró a cada uno de los bribones y los nombró tejedores imperiales. Sin ver nada, el Emperador probó los trajes, delante del espejo. Los probó y los reprobó, sin ver nada de nada. Y todos exclamaban: "¡Qué bien le sienta! ¡Es un traje precioso!".

Fuera, la procesión lo esperaba. Y el Emperador salió y desfiló por las calles del pueblo sin llevar ningún traje. Nadie permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido por incapaz o por estúpido, hasta que exclamó de pronto un niño:
- ¡Pero si no lleva nada!
- ¡Dios bendito, escuchen la voz de la inocencia! Dijo su padre; y todo el mundo se fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
- ¡No lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
- ¡Pero si no lleva nada! – gritó, al fin, el pueblo entero. Aquello inquietó al Emperador, pues sospechaba que el pueblo tenía razón; mas pensó: "Hay que aguantar hasta el fin". Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
FIN

EL LEON Y EL RATON

Dormía tranquilamente un león, cuando un ratón empezó a juguetear encima de su cuerpo. Despertó el león y rápidamente atrapó al ratón; y a punto de ser devorado, le pidió éste que le perdonara, prometiéndole pagarle cumplidamente llegado el momento oportuno. El león echó a reír y lo dejó marchar.
Pocos días después unos cazadores apresaron al rey de la selva y le ataron con una cuerda a un frondoso árbol. Pasó por ahí el ratoncillo, quien al oír los lamentos del león, corrió al lugar y royó la cuerda, dejándolo libre.
Días atrás le dijo , te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por tí en agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos agradecidos y cumplidos.

Nunca desprecies las promesas de los pequeños honestos. Cuando llegue el momento las cumplirán
El cuento de Las Habichuelas Mágicas.

Periquín vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña de bosque. Con el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre determino mandar a Periquín a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.
-Son maravillosas

-explicò aquel hombre

-Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca. Así lo hizo Periquín, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojo a la calle. Después se puso a llorar.
Cuando se levanto Periquín al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista. Se puso Periquín a trepar por la planta, y sube que sube, llego a un país desconocido. Entro en un castillo y vio a un malvado gigante que tenia una gallina que ponía huevos de oro cada vez que el se lo mandaba. Espero el niño a que el gigante se durmiera, y tomando la gallina, escapo con ella. Llego a las ramas de las habichuelas, y descolgándose, toco el suelo y entro en la cabaña.

La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro, y con su producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y Periquín tuvo que trepar por la planta otra vez, dirigiéndose al castillo del gigante. Se escondió tras una cortina y pudo observar
como el dueño del castillo iba contando monedas de oro que sacaba de un bolsón de cuero.
En cuanto se durmió el gigante, salio Periquín y, recogiendo el talego de oro, echo a correr hacia la planta gigantesca y bajo a su casa.
Así la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir viviendo mucho tiempo. Sin embargo, llego un día en que el bolsón de cuero del dinero quedo completamente vacío.

Se cogió Periquín por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escalándolas hasta llegar a la cima. Entonces vio al ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro. Cuando el gigante salio de la estancia, cogió el niño la cajita prodigiosa y se la guardo. Desde su escondite vio Periquín que el gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, oh maravilla!, tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sueño poco a poco

Apenas le vio así Periquín, tomo el arpa y echo a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquín, empezó a gritar:

-Eh, señor amo, despierte usted, queme roban! Despertose sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores:

-Señor amo,que me roban! Viendo lo que ocurría, el gigante salio en persecución de Periquín.
Resonaban a espaldas del niño pasos del gigante, cuando, ya cogido a las ramas empezaba a bajar. Se daba mucha prisa, pero, al mirar hacia la altura, vio que también el gigante descendía hacia el.

No había tiempo que perder, y así que grito Periquín a su madre, que estaba en casa preparando la comida:
-Madre, traigame el hacha en seguida, que me persigue el gigante! Acudió la madre con el hacha, y Periquín, de un certero golpe, corto el tronco de la trágica habichuela. Al caer, el gigante se
estrello, pagando así sus fechorias, y Periquín y su madre vivieron felices con el producto de
la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de oro.


FIN

domingo, 14 de noviembre de 2010


Sinopsis de la Bella y la Bestia.

Una joven llamada Bella acepta alojarse en un castillo con una bestia a cambio de la libertad de su padre.
La bestia en realidad es un príncipe encantado, al enamorarse bella de la bestia se rompe el hechizo y se casan.

CANADÁ

Fauna y flora

Montreal comprende una flora y una fauna muy diversificadas de entre la que destaca, entre otras especies, el arce plateado (Acer saccharinum), símbolo de la ciudad y de Quebec por su producción de jarabe de arce. La ciudad posee además un rico patrimonio arborícola en sus espacios verdes, parques y calles. Opera su propio vivero de producción de árboles adaptados a las necesidades y restricciones del medio urbano. El Vivero de la Ciudad de Montreal se sitúa en L’Assomption, una localidad al noreste de Montreal .

PARA MI NIETO ERIC CON CARIÑO

Un acto de magia

Bambi y Tambor

Bambi y Tambor

¡Hola amigo y amiga! :


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Números y colores con letra...

tabla del 2 en inglés

Tabla del 3 en inglés

TABLA DEL 4 EN INGLÉS

TABLA DEL 6 EN INGLÉS

Tabla del 8 en inglés

Encierra al gato

Ve cliqueando los círculos más claros, que se pondrán más oscuros. • El objetivo es cercar al gato y no dejarlo salir. Para empezar, hacer click en cualquier lugar del dibujo de abajo ¡ Buena suerte y mucha atención!

"EL TESORO DEL SABER"

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